Es completamente normal que a partir de los 10 meses a los bebés les cueste separarse de su madre o de su padre. Coincide con una época en la que muchos bebés empiezan a deambular arrastrándose o gateando y este miedo/ansiedad hace que el bebé permanezca cerca de sus padres y así no corra riesgos. Más adelante, cuando tenga capacidad para entender que aunque su madre desaparezca, después regresa, irá disminuyendo esa ansiedad.
Los bebés por su propia naturaleza son dependientes y debemos satisfacer esa circunstancia. Conforme crecen y adquieren nuevas capacidades y habilidades son cada vez más autónomas. Llegará un momento en que no necesitarán un contacto físico tan frecuente y serán capaces de permanecer largo tiempo sin la cercanía de los padres.
Han aprendido a establecer relaciones afectivas con otras personas (profesoras, cuidadoras, etc.) pero siguen siendo niños y, en determinadas situaciones (cansancio, enfermedad, dolor, etc.) se reactivará las necesidad de contacto y buscarán ser consolados. La autonomía es algo que se adquiere con el tiempo, cuando los niños se sienten seguros del afecto de sus padres y éstos les permiten explorar su entorno, les animan y acompañan en su desarrollo y crecimiento.
Bibliografía: Cuídame, guía para madres y padres – Gobierno de Aragón.